miércoles, 7 de septiembre de 2016

No pudo ser

Empecé a sospecharlo con los tests de embarazo.

Tenía la idea de hacerme un test al día hasta que la segunda raya saliera tan oscura como la de control. Me parecía una experiencia bonita, una forma de empezar a disfrutar (y a creerme) el embarazo, un recuerdo de esos primeros días.

Pero la raya no cambiaba de intensidad. El tercer test era tan claro como el primero, así que empecé a mosquearme. Hice algunas búsquedas en Internet y comprobé que, a veces, la diferencia se nota al cuarto o al quinto test. Yo tenía la sensación de que la segunda raya salía cada vez más rápido, pero no estaba segura de si era fruto de mi imaginación. Para no ponerme más nerviosa, decidí no seguir haciéndome test; aun así, no dejaba de pensar en que algo no iba tan bien como parecía.

Entonces llegó la beta: 135. En la clínica me aseguraron que era un buen número, que por encima de 100 consideraban que el embarazo iba bien y que no era necesario repetir la prueba. A mí, sin embargo, no me convencieron. En el mismo instante en que escuché esa cifra, me volví loca de preocupación. 

Hubo una parte de mí que, inmediatamente, dio por hecho que lo iba a perder. La conexión con el embrión, esa conexión que empezó a existir mucho antes de que estuviera conmigo, se rompió. Solo quería que acabara cuanto antes. Solo pensaba en mi cuerpo, en no pasar por la agonía y el calvario de la primera vez. Deseaba que todo se resolviera como en el bioquímico, que fuera suficiente con dejar la medicación.

Los síntomas de embarazo, tan contundentes desde varios días antes de ver el positivo, empezaron a desaparecer. Durante los dos días posteriores a la beta fue una sensación tan sutil que de nuevo esperé que fuera una consecuencia de mis miedos, no de mi realidad. Al tercer día, sin embargo, supe que estaba ocurriendo. Volví a hacerme un test y la segunda raya apenas se marcó, así que llamé a la clínica para pedir que me repitieran la beta.

Cinco días después de recibir el primer resultado, la beta había bajado a 17. En la ecografía no vieron nada raro. Se había parado, sin más. 

Por primera vez empezar a manchar cuando todavía estaba poniéndome la progesterona. Y, a los dos días de dejarla, llegó la menstruación.

6 comentarios:

Promediando el círculo dijo...

Te mando un abrazo gigante, cálido y lo más reconfortante posible desde el otro lado del mar, lo siento muchísimo.

Aprendemos con mamá dijo...

Mucho animo, muchad mamás hemos pasado por ello y una de las siguientes veces lo hemos conseguido.

Un abrazo

Galerista dijo...

Lo siento mucho, chicas...mucho ánimo y fuerza para continuar! Un beso fuerte!

Luli Lulita dijo...

Mucho ánimo, hay que seguir luchando, sois fuertes, venga para adelante!!

Amapola dijo...

Me entristeció muchísimo este post, no pude comentar nada antes. Te mando un abrazo y ojalá vuelvan las fuerzas para poder intentarlo si ese es tu deseo. Te dejo un abrazo fuerte, siempre te leo.

Remedios Morales dijo...

Gracias, chicas, por vuestro cariño y vuestro ánimo. En estos momentos, leer vuestros mensajes me resulta muy reconfortante. Mil gracias, de corazón :)

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